La cara de duras dagas

Las calles hervían de decepciones,
las caras rozando las súplicas,
roncaban las llamas del interés
en las multitudes escurridas sobre el tablero. 
Las paredes impenetrables,
guarecían los hálitos putrefactos,
sobornando las dignidades de las musas,
transformándolas en las putas del devenir incierto.

La tinta que mancha la conciencia,
   las cuentas hechas religión,
cada privacidad hace de la confianza ese caramelo arrebatado,
la ambición hizo del ideal, nuevos basurales insoportables
de hedor a finos perfumes. 
Las máscaras de amplias sonrisas,
ocultan el desangramiento del sentido común,
   del nuestro. 
En la era de la desazón,
entre el humo de los lucros,
de la lealtad prostituida,
retozan los paraísos
perdidos en las intrigas,
extraviados en calles sudadas de esperanzas,
difusas en la realidad construida a fuerza de inocencia,
   transada en la bolsa de dudosos valores,
   discurrida en la tv extraviada de pluralidades.
La guerra de emblemas desalmados,
   cobra en colosos vitales,
el segundo relevante a la consecuencia,
aprieta la tristeza cuando la conciencia queda eclipsada
   para el favor de las mafias civilizadas. 
La artimaña del lenguaje escupiendo balas,
la deshonra del papel engullido por plumas brutales,
la fe, quedó resumida en un grito sin rito. 
Como una mirada pétrea,
como una vergüenza áspera y sostenida,
trazados los navíos en un rumbo sin pórticos,
sin días de pájaros desconocidos,
   crónicas de manos ocultas,
   estrategias de uñas sucias,
las tormentas se alzan para acariciar la edad de oro,
para mecer melancolías, conmemorando la tierra libre.